"Todo individuo, joven o viejo, rico o pobre, culto o inculto, debería sacrificar cualquier lujo, capricho o vicio, a la adquisición de buenos libros". Esta frase, reproducida de la obra, Redacción, Estilo y Oratoria (Olimpo, 1971) del profesor Julio de la Canal debería ser tomada como una especie de reglamento en la vida cotidiana.

Como lo mencioné en un artículo previo, la lectura, para muchos mexicanos, es algo simplemente irrelevante, a menos que se trate de algún folleto informativo o de una revista de espectáculos. Para las nuevas generaciones, quienes al parecer han nacido con "chip", con esa capacidad para operar teléfonos móviles, ordenadores, tabletas y un sinfín de nuevos dispositivos electrónicos, en los que pasan horas y horas, ya sea chateando o enterándose de la vida y obra de actores o cantantes del momento, el hecho de leer un libro, es una pérdida de tiempo; es restarle horas a la diversión y al entretenimiento.

Lo anterior tiene sustento. Hace tiempo, durante la elaboración de mi tesis, que, dicho sea de paso, fue en torno a la lectura en el nivel medio superior, realicé una encuesta sobre la cantidad de libros y de qué tipo leen los jóvenes de entre 14 y 17 años de edad.

Al término de dicha práctica, no hubo grandes sorpresas. Pocos son los que tienen gusto por la lectura, y al decir pocos, me refiero a un porcentaje menor al cinco por ciento. Y qué decir de la comprensión sobre algún texto en específico. Para mi investigación utilicé el mecanismo de entregarles un relato de cuatro páginas, del escritor Francisco Rojas González, para que lo leyeran, con la intención luego de realizar un serie de preguntas sobre el mismo, y fueron pocos, pero muy pocos, los que acertaron a lo que se les preguntó.

¿Falta de atención y retención sobre lo que se lee? Efectivamente, y quedó plenamente evidenciado. Ante esta situación, se planteó hacer ejercicios de esta naturaleza en cada clase, a efecto de que los estudiantes puedan comprender de la mejor manera, lo que el autor de la novela, el ensayo, el relato o la nota periodística, trata de transmitir en su texto.

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En estos tiempos de pandemia, cuando debemos evitar salir a la calle a menos que sea por algo de gran importancia, cuando no debemos hacer reuniones de ningún tipo, incluso, ni familiares, puesto que se ha demostrado que es precisamente en esas, en donde se propaga el mortal virus; cuando debemos permanecer en casa, sería en un gran momento para tomar un libro entre las manos y "viajar" a otros lugares y épocas en donde no haya Coronavirus.

Sí, viajar, porque la lectura es una máquina del tiempo; proporciona el poder único para adelantarse a los sucesos actuales o trasladarse al pasado, a los tiempos del Imperio Romano, a la Edad Media, a la Época Victoriana, o combatir junto a los Tres Mosqueteros; incluso, viajar al centro de la Tierra. "Los libros son las abejas que llevan el polen de una inteligencia a otra", subraya el profesor de la Canal, en la obra arriba citada.

Pero la pregunta es, ¿cuántos de los mexicanos que somos afortunados por saber leer, llevamos a cabo esta actividad? Muchas veces resulta más interesante ver una serie de televisión o el partido de fútbol. Sin embargo, para todo debe haber un espacio, si somos organizados.

Durante esta contingencia, cuando puede haber todo el tiempo para acomodarnos en el sillón y servirnos una buena taza de café con un libro en las manos, se deja ver la gran sorpresa: las librerías están cerradas. ¿Por qué? Porque, según los gobiernos, dichos negocios no pertenecen al giro de las actividades prioritarias, vaya cosa…

No obstante, para eso está la tecnología de lo que hablaba líneas arriba. Existen innumerables textos en la red, muchos de ellos, gratuitos; porque ya se ha dicho en otro artículo que el libro representa un gasto innecesario, según el mensaje subliminal que envían los directivos y docentes a la comunidad estudiantil.

Aun así, en medio de la pandemia, que a todos los sectores de la sociedad ha golpeado, en España, según Roger Domingo, director editorial de varios sellos de Grupo Planeta, el año pasado hubo un repunte importante en cuanto a personas que, durante el confinamiento, dedicaron su tiempo a la lectura. ¿Cuestión de cultura? Innegable.

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