El nuevo gobierno y su Estrategia Nacional de Lectura
El nuevo gobierno y su Estrategia Nacional de Lectura
  •   10/04/2021
  •   Cultural
  •   Esteban Sánchez Núñez

En nuestros días, mucho se ha hablado sobre la importancia de la lectura y la falta de interés de los mexicanos por esta actividad. A través de tiempo, distintos organismos han realizado encuestas sobre la cantidad de obras literarias que cada mexicano lee en un año, para después hacer una comparativa con otros países, en donde ocupamos un lugar, por demás, vergonzoso.

Entre las naciones integrantes de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), por ejemplo, México se encuentra entre los últimos lugares en cuanto a la cantidad de libros que se leen al año. De acuerdo con la UNESCO, México se ubicó el año antepasado en el lugar 107 en cuanto a consumo de libros.

Existe un grave problema cultural en esta materia, puesto que los hábitos se forman en casa, y si el niño o adolescente observa que los familiares con quienes convive a diario, llámense padres, abuelos, hermanos, primos etc., no leen o peor aún, si no hay libros en casa, es lógico que ese niño o ese adolecente, no se interesará por tomar un texto de ningún tipo entre sus manos.

Pero más allá de las estadísticas y de los comparativos, la lectura es un problema de fondo, un problema que se ha agravado con el uso de las nuevas tecnologías y con la falta de capacidad de los docentes al no implementar estrategias que motiven a sus alumnos a leer. Por supuesto, me refiero a los alumnos y docentes de nivel medio superior.

En enero de 2019, el gobierno federal puso en marcha su Estrategia Nacional de Fomento a la Lectura, cuyo avance, no se ha reflejado porque la apatía, la falta de interés por leer, sobre todo entre el público juvenil, es evidente.
El proyecto presentado por el titular del ejecutivo federal, basado en los ejes Formativo, Material y Persuasivo, a cargo de la Coordinación Memoria Histórica y Cultural de México que se dieron a conocer, son sólo utopías, puesto que desde la dirección de las dependencias de educación, se prohíbe a los alumnos comprar libros para "evitarles un gasto", según los propios titulares de las áreas. Aquí surgen 2 preguntas: ¿La compra de un libro en verdad representa un gasto? Y, ¿en dónde empieza la cultura de la lectura, si no es con la compra de un libro?

Los libros de texto son, en cierto modo, obligatorios en los planteles, porque representan el trabajo basado en competencias. En ese contexto, en ciertos subsistemas, el alumno ve comprometido a adquirir el de Inglés o de alguna otra asignatura, pero… ¿y el de lectura? En este caso, normalmente el docente les pide que descarguen algún texto de internet, para que no tengan que comprarlo. Por tanto, desde ese momento se les está enviando el mensaje subliminal de que un libro representa un gasto innecesario. Así, si su tarea consiste en elaborar un reporte, resumen o ensayo de una lectura, lo más fácil para los alumnos es "copiar y pegar", muchas veces sin siquiera leer el contenido del trabajo que están presentando para su evaluación.

Por otra parte, en los subsistemas tecnológicos, principalmente, la mayoría de directivos y profesores frente a grupo que se encargan de asignaturas como Taller de Lectura, Literatura, Ética y otras de la rama de las Humanidades, tienen una formación tecnológica o universitaria, es decir, son ingenieros en alguna de sus ramas, abogados, o bien, del área administrativa, lo que indica que su formación profesional estuvo enfocada en una directriz diferente a lo relacionado con la Literatura, por lo que la lectura, nunca fue algo que estuviera presente durante su preparación profesional. Por lo anterior, se entiende que no implementen métodos que persuadan o motiven a los chicos a leer.

Por eso, lejos de querer hacer que los niños o alumnos de educación básica lean, primero hay que hacer que los docentes lean, que los padres de familia, lean, que los jóvenes lean, para que sea el ejemplo el que arrastre.

#EstebanSanchezEscritor