Una Generación -hoy- Casi Inexistente
- 11/09/2025
- Para Que Te Enteres
- Ing. Luis Danel Santos Ruíz
Cuando era muy niño (inicios de los años 60´s), me tocó habitar en las calles del centro de la Ciudad de México, en la calle de Justo Sierra para ser más específico (donde está la librería Porrúa), con solo cruzar la calle, se encontraba la tienda de don Manuel, un lugar donde encontrabas casi de todo. Don Manuel, por razones desconocidas, carecía de una pierna por lo que usaba unas muletas.
Siempre Don Manuel lo veía vistiendo; un mandil o antepecho de mezclilla, con su cigarro en la boca y un lápiz en la oreja.
Los mostradores estaban hechos de madera, pintados por fuera de color azul claro y por dentro color madera y cajones con cristal en la parte superior. A través de los cristales se podían ver las semillas como, el arroz, frijol valló o negro, lentejas y habas. Por arriba del enorme mostrador, tenía unos frascos de vidrio transparentes que hacían la dulcería más completa que he visto, con dulces como; paletas de cajeta, gomitas, chocolates, dulces macizos, chupirules (dulces de varios colores en forma de cono), bolas de tamarindo, bombones y malvaviscos, obleas, pepitorias, alegrías, etc. etc.
Atrás también había una gaveta o vitrina, también de madera, donde había aceite, cubos de caldo de pollo, detergente, jabón de mano y lavadora. El detergente lo podías comprar por bolsas de 1/2 y 1 Kg o a granel. Lo mismo procedía con las semillas. Los frascos de miel atados con una soga, latería de todo tipo, en fin.
También tenía unos tambos de cartón con tapas de metal. donde almacenaba el frijol, azúcar, harina y cajas con huevo de granja. Chiles secos y mancuernas de piloncillo, manojos de ajos y hasta un poco de cilantro, cebolla y jitomate ????
Los chiles secos, no le podían fallar y hasta juguetes también había. Sólo un refrigerador a la entrada, no como ahora que las misceláneas son más pasillos fríos que tienda.
Don Manuel era un hombre que a nosotros los niños nos imponía, no le entendía muy bien cuando hablaba, por el cigarro en los labios, con una voz ronca o rasposa.
Entonces no se usaba el plástico todo se envolvía en cucuruchos de papel estraza o periódico y bolsas de mandado de yute. ¡Ah! También vendía el periódico y en la entrada también estaba, un enorme teléfono negro de disco, muy pesado que te cobraba a cincuenta centavos la llamada por 3 minutos de comunicación saliente. Si la llamada era en sentido opuesto (entrante), Don Manuel, contestaba la llamada, y “corría” al edificio y en el patio gritaba llamada para el Sr. González o la Sra. Perez y los interesados bajaban corriendo a contestar, esas costaban un peso. (El teléfono público en plena calle costaba un veinte).
A mi me encantaba ir a la tienda de Don Manuel y oler la combinación de dulce con chile y jabón. Cuando mi madre me enviaba a comprar, generalmente me hacía una lista que frecuentemente yo perdía por ir jugando. Me hacía la cuenta y me faltaba dinero para cubrirla, entonces decía que tenía que regresar a casa a buscar más dinero, a lo cual él se oponía y me decía, “na, na, llévalo y aquí te apunto la deuda y después me pagas” y si te fiaba los alimentos.
También sabía cuándo no estaban nuestros padres, y nos echaba un ojo, al cruzar la calle donde justo corrían las vías del tranvía, que era lo que cimbraba toda la calle a su paso.
Años después llegó la idea de los supermercados como la CONASUPO y AURRERÁ, MÁS y BLANCO que también darían un giro al panorama urbano y a la desaparición de la tienda de abarrotes como la de Don Manuel, esas mismas tiendas de almacén también han desaparecido por las de súper almacenes, como COSTCO y.SAMS.
…”Es un monstruo grande y pisa fuerte toda la pobre inocencia de la gente”.
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